El profesor japonés Takao Seiyama en su clase pública impartida ante más de 230 docentes básicos y estudiantes de matemáticas, en el Aula Media de la PUCV, ofreció una sesión interactiva, entretenida y basada en el ensayo y error, prescindiendo de los formalismos que aduce nuestra forma de aprender en Chile.
El investigador de la Universidad de Tsukuba y experto en didáctica, comenzó su clase con un juego matemático en que los alumnos y el maestro habrían de competir por quedarse con el último de trece “dulces” dispuestos en la pizarra. Ese fue el lúdico puntapié inicial para luego comenzar a presentar las estrategias que aplica en el aula para así lograr un mejor aprendizaje del ramo numérico.
En poco más de tres horas, el académico nipón fue desarrollando junto a los niños varios ejercicios de fracciones. Entre medio consultas, humor, interacción, seguimiento personalizado. Así fueron evidenciándose las diferencias en la manera de abordar los planteamientos y se intentaron buscar formas comunes de hallar una solución.
Visiones y Experiencias
“La capacidad de aprender y el entusiasmo es el mismo en todo el mundo”, comentó el profesor luego de su clase, en la que pudo notar lo tradicional y poco interactivo del sistema nacional. “Para mejorar la enseñanza es necesario construir las lecciones junto con los alumnos, para que ellos participen, y más importante aún es que los estudiantes puedan explicarse entre ellos, utilizando su propio lenguaje”, dijo el docente. Agregó también que la idea principal –para mejorar- es aprender a observar, perder el temor a ser criticado, a intercambiar visiones. “Cada profesor debe estudiar como hacer sus clases, pero debe abrirla, que todos vean y opinen sobre cómo las hace”, señaló.
El profesor Raimundo Olfos, académico del Instituto de Matemáticas de la PUCV y parte del panel, comentó que “esta experiencia nos muestra a los profesores que es posible hacer clases donde los niños participen, se entusiasmen y pongan en juego conocimiento de racionamiento y no solamente el uso de técnica que no tiene explicación para ellos”. A su juicio, como en Japón, hay otras formas de hacer clases y aprender, saliéndose de los libros y del sistema mecánico de enseñar una fórmula para luego repetirla hasta el infinito. “Como profesores debemos hacer que los niños piensen, activarlos y no sustituir el pensamiento de ellos por el nuestro”, soslayó.
Su colega, también de la PUCV, Patricia López, reiteró que la experiencia japonesa puede ser utilizada como espejo. “Nos sirve para mirar nuestras propias prácticas. Mirándolos a ellos, reflexionamos sobre lo que nosotros estamos haciendo, no en vano tienen los mejores puntajes a nivel internacional en el desarrollo de las matemáticas, en test como el de PISA, siempre ocupan los primeros lugares”, rescató.
Sin necesariamente convertirse en un modelo a implantar, la lección del maestro Seiyama fue casi iluminadora. “Dejen que los niños piensen”, pareció ser el mandamiento definitivo que los cientos de docentes anotaron en el acto. Y que luego, en la soledad de sus hogares, de seguro los hizo reflexionar.