Señor! Tú que enseñaste,
perdona que yo enseñe;
que lleve el nombre de maestra,
que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela;
que ni la quemadura de la belleza
sea capaz de robarle mi ternura
de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor
y pasajero el desencanto.
Arranca de mí este impuro deseo de justicia
que aún me turba,
la mezquina insinuación de protesta
que sube de mí
cuando me hieren.
No me duela la incomprensión
ni me entristezca el olvido
de los que enseñe.
Oración de la Maestra, Gabriela Mistral.
Recopilación Colectivo Aula Poética, Juan Ernesto Abreu.
perdona que yo enseñe;
que lleve el nombre de maestra,
que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela;
que ni la quemadura de la belleza
sea capaz de robarle mi ternura
de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor
y pasajero el desencanto.
Arranca de mí este impuro deseo de justicia
que aún me turba,
la mezquina insinuación de protesta
que sube de mí
cuando me hieren.
No me duela la incomprensión
ni me entristezca el olvido
de los que enseñe.
Oración de la Maestra, Gabriela Mistral.
Recopilación Colectivo Aula Poética, Juan Ernesto Abreu.
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