Ciertamente, todas las propuestas educativas representen - de alguna forma - una aspiración del alma humana. Esta, ciertamente lo es y se expresa de manera clara y simple: Hacer del educar una oportunidad para ser felices con lo que se hace, logrando que los integrantes más jóvenes de nuestra sociedad adquieran las competencias y habilidades necesarias para colaborar en la construcción de una sociedad con un estilo de convivencia amorosa. (solidaria en la entrega)
Vivir felices es la consecuencia de un convivir amoroso, en el que las personas dan y reciben el apoyo necesario para lograr progreso material y espiritual. Vivir felices es dormirse contento por lo realizado y despertar motivado por lo que se va a realizar. En lo esencial, creo que para esto debemos educar. Pero no hablamos del educar como si fuera un mero concepto o una abstracción. Hablamos de educar a seres humanos concretos que viven la vida de un modo real. Y ya lo sabemos, no todos tienen la posibilidad de vivir felices, pues carecen de los recursos, habilidades y competencias para lograr felicidad en el vivir. Carecen de recursos, habilidades y competencias, pero, las pueden obtener; por la sencilla razón que aprender es una habilidad implícita en el vivir; no se puede estar vivo sin ella. Educar para la felicidad, no es una utopía. Es por el contrario, una posibilidad real que surge de nuestra condición de seres humanos que para superar la fragilidad de nuestro nacer prematuro, debimos recibir protección, caricias, abrigo, palabras tiernas, juegos, aceptación y pertenencia y todo ello por un largo tiempo. En suma, fuimos criados en una relación de conductas amorosas, de las cuales, guardamos memoria. Memoria de un tiempo feliz. Hoy lo sabemos basado en evidencias científicas. Las conductas amorosas configuran nuestra biología. La ausencia de ellas también configura, sólo que es otra biología. La del desamor.
Recopilación Colectivo Aula Poética.
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